Imagina la escena: pasillo del supermercado. Tu hijo de cuatro años quiere unas galletas de dinosaurios que no pensabas comprar. Le dices que no, y de repente, el mundo se detiene. Sirenas, lágrimas, gritos y un cuerpo que se tira al suelo. La gente mira. Sientes cómo te sube el calor por el cuello y tu primer impulso es un «¡Ya basta! ¡No es para tanto!».
Nos ha pasado a todos. En esos momentos de tensión, nuestro instinto de supervivencia nos pide que la situación termine cuanto antes. Pero, ¿y si te dijera que justo en ese instante tienes una oportunidad de oro para conectar con tu hijo y enseñarle algo que le servirá para toda la vida? Aquí es donde entra en juego la magia de validar sus emociones.
¿Qué significa realmente «validar una emoción»?
Validar una emoción no es darle la razón al niño ni permitirle que haga lo que quiera. No significa comprar las galletas. Validar es simplemente reconocer y aceptar el sentimiento que hay detrás de su comportamiento. Es decirle con palabras y con tu actitud: «Veo lo que sientes, es real y es legítimo sentirlo».
Es la diferencia fundamental entre:
* Invalidar: «No llores, es una tontería» o «Si sigues así, nos vamos».
* Validar: «Veo que estás muy, muy enfadado porque querías esas galletas. Entiendo que te sientas así».
Al validar, separamos la emoción (que siempre es aceptable) del comportamiento (que puede necesitar un límite). Le enseñamos que sentir rabia está bien, pero pegar o tirar cosas no lo está. Este es uno de los pilares de la educacion emocional y una pieza clave para criar niños seguros y resilientes.
El gran tabú: por qué nos cuesta tanto aceptar la ira
Seamos sinceros: de todas las emociones, la ira es la que peor prensa tiene. Desde pequeños, a muchos nos enseñaron que enfadarse es de «niños malos» o que «hay que portarse bien». Hemos interiorizado que la ira es una emoción negativa que debe ser suprimida.
Pero la realidad es que la ira es una emoción tan natural y necesaria como la alegría o la tristeza. Suele ser la punta del iceberg de otros sentimientos como la frustración, el miedo o la injusticia. Cuando le negamos a un niño el derecho a estar enfadado, le estamos enviando un mensaje muy peligroso: «Hay una parte de ti que no está bien y debes esconderla». Esto, a la larga, puede generar problemas de autoestima y dificultades para gestionar conflictos en la vida adulta.
Los increíbles beneficios de decir «Entiendo que estés enfadado»
Cuando empezamos a aplicar la validación emocional de forma consciente, los cambios son espectaculares. No es un truco de magia que elimina las rabietas para siempre, sino una forma de construir una relación más sólida y sana.
Fomenta un apego seguro
La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, nos dice que un niño necesita sentir que sus cuidadores son una base segura a la que puede volver siempre. Cuando un niño se siente comprendido en sus momentos más vulnerables (como en medio de un berrinche), su confianza en nosotros se dispara. Sabe que puede contar con nosotros, que le queremos incondicionalmente, con sus luces y sus sombras. Esto es la esencia de un apego seguro, que es el cimiento para una buena salud mental y unas relaciones sanas en el futuro.
La mejor lección de educación emocional
Los niños no nacen sabiendo qué es la frustración, la decepción o la ira. Aprenden a identificarlas y a gestionarlas a través de nosotros. Cuando le decimos «Parece que estás frustrado porque la torre se ha caído», le estamos dando vocabulario para su mundo interior.
Esta educacion emocional temprana es un regalo para toda la vida. Un niño que aprende a reconocer sus emociones será un adulto que sepa gestionarlas, que tenga más empatía y que resuelva los problemas de forma más constructiva. Como bien explica la Asociación Española de Pediatría en su portal Enfamilia, acompañar el desarrollo emocional es tan importante como cuidar de su salud física.
Un pilar de la crianza respetuosa
Validar las emociones es el corazón de la crianza respetuosa. Este modelo de crianza se basa en el respeto mutuo, entendiendo que los niños son personas completas con sus propias necesidades y sentimientos. En lugar de basarse en el castigo y la recompensa, la crianza respetuosa busca entender la causa del comportamiento para guiar al niño con empatía y firmeza. Al validar sus emociones, le estamos tratando con la dignidad que merece, fortaleciendo nuestro vínculo y modelando una forma compasiva de relacionarse con los demás.
Guía rápida: cómo validar emociones en 4 pasos
Vale, la teoría suena genial. ¿Pero cómo lo hacemos en el fragor de la batalla en el supermercado?
- Primero, tú. Respira hondo. Tu calma es su ancla. Si tú te desregulas, él se desregulará más. Recuerda: no es una emergencia, es una emoción.
- Ponte a su altura y ponle nombre. Agáchate, mírale a los ojos y describe lo que ves. «Estás muy enfadado. Tu cara está roja y tus puños apretados. Es por las galletas, ¿verdad?».
- Empatiza (de verdad). Conecta con su sentimiento. «Claro que sí, es que tenían una pinta buenísima. Entiendo que te dé mucha rabia no poder llevarlas». No hace falta que estés de acuerdo, solo que entiendas su perspectiva.
- Valida la emoción, limita la acción. Aquí está la clave. «Entiendo tu enfado, es normal sentirse así. Pero no podemos gritar ni tirarnos al suelo en la tienda. Cuando salgamos, si quieres, podemos gritar juntos en el coche para sacar toda esa rabia».
Al principio puede que te sientas un poco raro, pero con la práctica, se convierte en algo natural. Estás sentando las bases de un apego seguro y le estás dando a tu hijo las herramientas de educacion emocional que necesita.
La próxima vez que tu hijo explote, recuerda que no te está retando. Te está pidiendo ayuda a gritos porque una emoción le desborda. Al validar lo que siente, no solo calmas la tormenta del momento, sino que le estás construyendo un refugio interno que le protegerá toda la vida. Y eso es uno de los mayores regalos que la crianza respetuosa nos permite ofrecer.
Preguntas Frecuentes
Q: Si valido la emoción de mi hijo, ¿no le estoy dando la razón o permitiendo que se salga con la suya?
A: No, en absoluto. Validar la emoción y ceder a una demanda son dos cosas muy diferentes. Validar es reconocer el sentimiento (‘Veo que estás muy enfadado’), mientras que ceder es darle lo que pide (‘Toma las galletas’). La clave está en aceptar la emoción, pero mantener firme el límite sobre el comportamiento. Le enseñas que todos sus sentimientos son válidos, pero no todas las acciones son aceptables.
Q: He intentado validar la emoción de mi hijo diciéndole ‘entiendo que estás enfadado’, pero sigue gritando. ¿Qué hago ahora?
A: La validación no es un botón mágico para detener el llanto al instante, sino una herramienta para conectar. Si después de validar sigue desbordado, tu trabajo es mantener la calma y ofrecer un espacio seguro. Puedes quedarte a su lado en silencio, ofrecerle un abrazo si lo acepta y repetir con calma el límite: ‘Entiendo tu enfado y estoy aquí contigo. Pero no vamos a comprar las galletas hoy’. El objetivo es acompañarle en la tormenta, no que la tormenta desaparezca por arte de magia.
Q: ¿Validar la ira constantemente no hará que mi hijo piense que enfadarse está bien y lo use para todo?
A: Al contrario. Cuando un niño siente que su enfado es aceptado y comprendido, no necesita ‘escalarlo’ para que se le escuche. Aprende que la ira es una emoción manejable, no una fuerza destructiva. Al darle nombre y espacio, le ayudas a procesarla y a encontrar formas más saludables de expresarla en el futuro, en lugar de reprimirla o de que explote de formas más agresivas.
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