Validar las Emociones de los Niños: La Clave de la Crianza Respetuosa
«¡No llores por esa tontería!», «¿En serio te vas a enfadar por eso?», «Venga, no es para tanto». ¿Te suenan estas frases? Es muy probable que las hayas escuchado e, incluso, que se te hayan escapado en más de una ocasión. Son respuestas casi automáticas, aprendidas, que buscan cortar de raíz una emoción que nos resulta incómoda. Pero, ¿y si te dijera que, con esa intención de «proteger» o «endurecer» a nuestros hijos, en realidad les estamos haciendo un flaco favor?
Aquí es donde entra en juego un concepto revolucionario y, a la vez, increíblemente sencillo: validar las emociones. Lejos de ser una moda pasajera, la validación emocional es uno de los pilares fundamentales de la crianza respetuosa y una herramienta poderosísima para criar niños seguros, empáticos y con una sólida inteligencia emocional.
En este artículo vamos a desgranar qué significa realmente validar, por qué es tan crucial para el desarrollo de tus hijos y, lo más importante, cómo puedes empezar a ponerlo en práctica hoy mismo.
¿Qué es Exactamente Validar una Emoción? (Y qué no es)
Validar no es sinónimo de dar la razón, ni de ceder a todos los caprichos. Esta es, quizás, la confusión más extendida y el principal freno para muchas familias.
Validar una emoción es, simplemente, reconocerla, aceptarla y comunicarle al niño que lo que siente es comprensible y legítimo. Es decirle, con palabras y con gestos: «Te veo, te escucho y entiendo que te sientas así. Tu sentimiento es real y tiene un lugar».
Piénsalo de esta manera: las emociones son como el tiempo meteorológico. No podemos controlar si llueve, si hace sol o si hay una tormenta. Simplemente, sucede. La validación es como darle al niño un paraguas cuando llueve, en lugar de decirle que no debería estar lloviendo.
Lo que SÍ es validar:
- Escuchar con atención plena.
- Poner nombre a lo que siente: «Veo que estás muy frustrado».
- Reflejar su sentimiento: «Entiendo que te sientas triste porque se ha roto tu juguete favorito».
- Normalizar la emoción: «Es normal sentir celos cuando llega un hermanito».
Lo que NO es validar:
- Darle permiso para todo: «Entiendo que estés enfadado, pero no puedes pegar a tu hermana». Aquí se valida la emoción (el enfado), pero se pone un límite claro a la conducta (pegar).
- Fomentar el victimismo: No se trata de recrearse en el sufrimiento, sino de reconocerlo para poder superarlo.
- Estar de acuerdo con la causa: Puedes entender su frustración por perder un videojuego sin pensar que esa sea la mayor tragedia del mundo.
Por Qué es Tan Importante Validar las Emociones de tus Hijos
Cuando invalidamos los sentimientos de un niño con frases como «no seas exagerado», le enviamos mensajes muy peligrosos: «lo que sientes no es importante», «tus emociones son incorrectas», «no confíes en tu propio juicio». A la larga, esto puede minar su autoestima y su capacidad para gestionar lo que le pasa por dentro.
En cambio, cuando validamos, estamos construyendo los cimientos de su salud mental y emocional.
1. Construye una Autoestima Sana
Un niño cuyos sentimientos son escuchados y respetados aprende que él, como persona, es valioso. Siente que importa. Esta seguridad interna es la base sobre la que se construye una autoestima fuerte y resiliente, capaz de enfrentarse a los desafíos de la vida.
2. Fomenta la Inteligencia Emocional
La inteligencia emocional, término popularizado por el psicólogo Daniel Goleman, es la capacidad de identificar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás. Al validar, ayudamos a nuestros hijos a dar el primer paso: identificar y nombrar lo que sienten. Un niño que sabe que lo que tiene es «rabia» o «decepción» está mucho más preparado para gestionarla que uno que solo siente un malestar confuso e indefinido.
3. Fortalece Vuestro Vínculo
La validación crea un espacio de seguridad y confianza. Cuando tu hijo sabe que puede acudir a ti con su enfado, su tristeza o su miedo sin ser juzgado, el vínculo afectivo se hace irrompible. Estás construyendo un canal de comunicación que permanecerá abierto durante la temida adolescencia y más allá.
4. Enseña a Gestionar, no a Reprimir
Las emociones no desaparecen por ignorarlas. Simplemente, se esconden. Una emoción reprimida es como una olla a presión: tarde o temprano, estallará. Y lo hará, probablemente, en forma de conductas disruptivas, ansiedad o somatizaciones. Validar es abrir la válvula de escape de forma controlada. Es el primer paso para que el niño aprenda a canalizar esa energía de una forma constructiva.
Guía Práctica: Cómo Validar Emociones en el Día a Día
De acuerdo, la teoría suena genial. Pero, ¿cómo lo llevamos a la práctica cuando tu hijo de tres años está en el suelo del supermercado gritando por un paquete de galletas?
Aquí tienes un guion práctico en 4 pasos.
Paso 1: Para, Respira y Escucha de Verdad
Lo primero es tu propia calma. Agáchate a su altura, deja lo que estés haciendo y mírale a los ojos. Tu lenguaje corporal ya está diciendo: «Estoy aquí para ti». Escucha lo que dice y, sobre todo, lo que no dice. Observa su cuerpo, su cara. ¿Qué te está comunicando?
Paso 2: Ponle Nombre a la Emoción
Ayúdale a etiquetar lo que siente. Esto es especialmente importante para los más pequeños, que aún no tienen vocabulario emocional.
* «Veo que estás muy, muy enfadado porque nos tenemos que ir ya del parque».
* «Parece que te sientes decepcionada porque tu amiga no ha podido venir a jugar».
* «Eso que sientes porque el perro ha ladrado tan fuerte se llama miedo«.
Paso 3: Valida y Normaliza el Sentimiento
Esta es la frase mágica. Conecta con su experiencia y hazle saber que es comprensible.
* «Es normal que estés enfadado. ¡El parque es muy divertido y da rabia tener que irse!».
* «Yo también me sentiría triste si tuviera muchas ganas de jugar con un amigo y al final no pudiera».
* «Claro que te has asustado, ha sido un ruido muy fuerte e inesperado. A mí también me ha sorprendido».
Paso 4: Separa Emoción de Conducta y Pon Límites (si es necesario)
Este es el paso que desmonta el mito de que validar es ser permisivo. Una vez que el niño se siente comprendido, su cerebro está mucho más receptivo para entender los límites.
* «Entiendo tu enfado, pero tirar los juguetes al suelo no es la solución porque se pueden romper. ¿Qué te parece si en vez de eso pisamos fuerte en el sitio para sacar la rabia?».
* «Comprendo que quieras esas galletas y que te pongas triste porque te he dicho que no. El trato era que hoy no comprábamos dulces. Si quieres, podemos apuntarlo para la compra de la semana que viene».
Un Cambio de Perspectiva que lo Cambia Todo
Validar las emociones de nuestros hijos no es una técnica que se aprende de un día para otro. Requiere práctica, paciencia y, sobre todo, mucha autocompasión. Habrá días en los que el cansancio te gane la partida y vuelvas a las frases automáticas. No pasa nada. Lo importante es ser consciente y volver a intentarlo.
Cada vez que validas un sentimiento, por «pequeño» o «insignificante» que te parezca, estás haciendo una inversión a largo plazo en la salud mental de tu hijo. Le estás entregando las herramientas para entenderse a sí mismo y para construir relaciones sanas con los demás. Le estás diciendo, alto y claro, que sus sentimientos importan. Y ese es, sin duda, uno de los mejores regalos que podemos hacerles.
Preguntas y Respuestas
Q: ¿Qué es exactamente validar las emociones de un niño?
A: Validar las emociones es reconocer y aceptar lo que un niño está sintiendo como algo real y comprensible, sin juzgarlo. No significa estar de acuerdo con la causa o el comportamiento, sino simplemente aceptar el sentimiento en sí, comunicándole al niño: 'Entiendo que te sientas así'.
Q: ¿Validar las emociones significa que debo dejar que mi hijo haga lo que quiera?
A: No, en absoluto. Validar la emoción está separado de aceptar la conducta. Puedes y debes poner límites al comportamiento. Por ejemplo: 'Entiendo que estés muy enfadado con tu hermano (validación), pero no está permitido pegar (límite a la conducta). Vamos a buscar otra forma de expresar ese enfado'.
Q: ¿A partir de qué edad se deben validar las emociones?
A: Se puede y se debe empezar desde el nacimiento. Aunque un bebé no entienda las palabras, sí percibe el tono de voz, el contacto físico y la respuesta calmada del cuidador. Poner nombre a lo que puede estar sintiendo ('Oh, ese ruido te ha asustado') es el primer paso para construir su vocabulario y conciencia emocional.
Q: ¿Qué hago si mi hijo se niega a hablar de lo que siente?
A: No hay que forzarlo. La validación también puede ser no verbal. Puedes sentarte a su lado en silencio, ofrecerle un abrazo o simplemente decirle: 'Veo que estás pasando un mal rato. Estoy aquí si me necesitas'. A veces, solo sentir esa presencia respetuosa es suficiente para que se sienta comprendido y seguro.
Q: ¿Y si no estoy seguro de qué emoción está sintiendo mi hijo?
A: No tienes que ser un adivino. Puedes usar un lenguaje tentativo y hacer una suposición amable. Frases como 'Parece que estás frustrado, ¿es así?' o 'Me pregunto si te sientes un poco triste por esto' invitan al niño a corregirte o confirmar, abriendo el diálogo y ayudándole a él mismo a identificar la emoción.
Q: ¿Validar las rabietas no hará que tenga más?
A: Al contrario. Una rabieta suele ser la explosión de una emoción que el niño no sabe gestionar. Ignorarla o castigarla a menudo intensifica su sensación de impotencia. Validar el sentimiento subyacente ('Estás furioso porque querías el otro vaso') le ayuda a sentirse comprendido, lo que generalmente reduce la intensidad y la duración de la rabieta y le enseña, a largo plazo, a gestionar esa emoción de otra manera.