A menudo pensamos en el juego como un simple pasatiempo, una forma de que los niños ‘quemen energía’. Pero, ¿y si te dijera que es una de las herramientas más potentes para su desarrollo cognitivo? El juego es el laboratorio personal de un niño, donde experimenta, falla y triunfa en un entorno seguro, sentando las bases para habilidades tan cruciales como la resolución de problemas y el pensamiento divergente.