Instinto maternal: ¿Nace o se hace? La verdad sobre esa conexión especial
Desde que el mundo es mundo, hemos oído hablar del instinto maternal. Esa fuerza casi mágica, ese conocimiento innato que supuestamente se despierta en una mujer en cuanto se convierte en madre. Un manual de instrucciones biológico que le dice cómo calmar, proteger y cuidar a su bebé.
Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Es un interruptor que se activa con el parto o es algo más complejo, que se va tejiendo poco a poco? Vamos a ser sinceros: la idea de un instinto maternal universal e infalible es, en gran parte, un mito. Y entenderlo puede liberar a muchas madres de una presión y una culpa innecesarias.
El cóctel químico que lo empieza todo
No podemos negar que la biología juega un papel fundamental. Durante el embarazo, el parto y el postparto, el cuerpo de la mujer es una auténtica revolución hormonal. La gran protagonista de esta historia es la oxitocina, conocida popularmente como la «hormona del amor».
La oxitocina se libera en grandes cantidades durante el parto y la lactancia, y su función es crucial:
* Facilita el parto y la producción de leche.
* Promueve el vínculo afectivo. Reduce el estrés y la ansiedad en la madre, y genera sentimientos de calma, amor y protección hacia su bebé.
* Activa el sistema de recompensa del cerebro. Cuidar del bebé se siente bien, lo que nos anima a seguir haciéndolo.
Junto a la oxitocina, otras hormonas como la prolactina y la dopamina también entran en juego, creando un potente cóctel neuroquímico que nos predispone a cuidar y a crear un lazo. Como explica la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), la oxitocina es fundamental para la creación de lazos sociales complejos. Así que sí, hay una base biológica innegable que nos impulsa a la crianza.
¿Y si no siento esa conexión al instante?
Aquí es donde el mito del instinto maternal hace más daño. Muchas mujeres esperan sentir una oleada de amor incondicional en el mismo segundo en que cogen a su bebé, y si eso no ocurre, la culpa y la ansiedad aparecen.
Y la verdad es que es completamente normal no sentirlo. El parto puede ser traumático, el agotamiento es extremo, la recuperación física es dura y las hormonas, aunque nos ayuden, también pueden jugarnos una mala pasada (hola, baby blues).
El amor, incluido el maternal, es a menudo una construcción. Es un sentimiento que crece y se fortalece con el día a día. Se alimenta de cada pañal cambiado, de cada noche en vela, de cada sonrisa desdentada y de cada abrazo. No eres peor madre si tu amor fue un fuego lento en lugar de una explosión. De hecho, para la mayoría, es así.
Más allá de la biología: El instinto maternal como construcción social
El concepto de instinto maternal también tiene una enorme carga cultural. La sociedad nos ha vendido un ideal de madre abnegada, siempre disponible y feliz, que sabe por naturaleza qué hacer en cada momento. Esta expectativa es irreal y tremendamente injusta.
Cuidar de un bebé es una habilidad que se aprende. Se aprende observando, leyendo, pidiendo consejo y, sobre todo, a base de prueba y error. Nadie nace sabiendo cambiar un pañal a la perfección o interpretar cada tipo de llanto.
Además, si el instinto maternal fuera puramente biológico y exclusivo de las mujeres que han dado a luz, ¿cómo explicaríamos el increíble vínculo que crean:
* Los padres? Que también experimentan cambios hormonales y desarrollan un profundo amor incondicional.
* Las madres y padres adoptivos? Cuyo vínculo es igual de fuerte y real, sin haber pasado por el proceso biológico del embarazo.
* Otros cuidadores principales, como abuelos o tíos?
La respuesta es clara: la capacidad de cuidar, proteger y amar no es un instinto, sino una capacidad humana que se activa y desarrolla a través del contacto y la dedicación.
Del «instinto» al amor incondicional: un camino que se construye
Entonces, ¿debemos desechar por completo la idea de instinto maternal? Quizás sea mejor redefinirla.
En lugar de un instinto rígido e innato, podríamos hablar de una poderosa predisposición biológica para el vínculo y el cuidado. Una ayuda que la naturaleza nos da para arrancar, pero que no lo es todo. El verdadero trabajo, y la verdadera magia, reside en lo que viene después.
Ese amor incondicional arrollador no siempre nace en un instante. Se construye con la rutina, la paciencia, el cansancio y la alegría. Se forja en la piel con piel, en las miradas cómplices a las cuatro de la mañana y en la certeza de que harías cualquier cosa por esa pequeña persona.
Así que, si estás esperando un bebé o acabas de ser madre, libérate de la presión. No busques un interruptor mágico. Céntrate en conocer a tu bebé, en cuidarte a ti misma y en permitir que ese vínculo crezca a su propio ritmo. Porque ese amor, ya sea instantáneo o construido, es lo que de verdad cuenta. Y es la fuerza más poderosa del universo.
Preguntas Frecuentes
Q: ¿Es malo si no sentí una conexión instantánea con mi bebé al nacer?
A: No, en absoluto. Es completamente normal y muy común. El parto, el agotamiento y los cambios hormonales pueden hacer que el vínculo no sea inmediato. El amor maternal es un sentimiento que a menudo se construye día a día, con cada cuidado y cada interacción. Permite que esa conexión crezca a su propio ritmo sin sentirte culpable.
Q: Entonces, ¿el instinto maternal es solo un mito?
A: El concepto de un ‘instinto’ infalible y universal es en gran parte un mito que genera mucha presión. Lo que sí existe es una fuerte predisposición biológica, impulsada por hormonas como la oxitocina, que nos prepara para el vínculo y el cuidado. Sin embargo, las habilidades prácticas para criar se aprenden con la experiencia, la observación y la prueba y error.
Q: Si no es un instinto puramente biológico, ¿pueden los padres o los padres adoptivos sentir lo mismo?
A: Sí, por supuesto. La capacidad de crear un vínculo profundo, proteger y amar a un hijo es una capacidad humana, no exclusiva de la mujer que ha dado a luz. Los padres, las madres y padres adoptivos y otros cuidadores principales desarrollan lazos igualmente fuertes y reales a través del amor, el contacto y la dedicación diaria.
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