Crianza Positiva no es Permisividad: Descubre la Diferencia Clave

Crianza Positiva no es Permisividad: Descubre la Diferencia Clave

Si alguna vez has intentado explicar que practicas o te interesa la crianza respetuosa, es muy probable que te hayas topado con una ceja levantada y la temida pregunta: «¿Ah, de eso de dejarles hacer lo que quieran?».

Respira hondo. No estás solo.

Esta es, sin duda, la confusión más grande y dañina que rodea a este enfoque de la educación. Se ha creado un falso dilema que mete en el mismo saco la crianza respetuosa y la permisividad, cuando en realidad son dos polos opuestos. Hoy estamos aquí para desmontar este mito, poner las cartas sobre la mesa y, lo más importante, darte herramientas para que puedas marcar la diferencia.

¿Qué es realmente la crianza positiva (o respetuosa)?

Antes de nada, aclaremos los términos. La crianza positiva o crianza respetuosa no es un manual de instrucciones con reglas fijas ni una fórmula mágica para tener hijos «perfectos». Es una filosofía, una forma de relacionarse con nuestros hijos basada en el respeto mutuo, la empatía, la conexión emocional y la búsqueda de soluciones a largo plazo.

El objetivo no es conseguir que el niño obedezca ciegamente en el momento, sino enseñarle habilidades para la vida: autorregulación, empatía, responsabilidad y resiliencia. Se trata de ver a los niños como seres humanos completos, con sus propias emociones y necesidades, que merecen ser escuchadas y validadas, aunque su comportamiento necesite ser guiado.

La gran confusión: Crianza positiva vs. Permisividad

Aquí es donde está el meollo de la cuestión. A simple vista, tanto un padre permisivo como uno que practica la crianza respetuosa pueden parecer «relajados». Ninguno de los dos grita ni recurre al castigo físico. Pero si miras más de cerca, las motivaciones y los resultados son radicalmente distintos.

El enfoque permisivo: Ausencia de límites

La permisividad nace a menudo del miedo al conflicto, del agotamiento o de una interpretación errónea de la libertad. Un padre permisivo tiende a:

  • Evitar los «no» para no frustrar al niño o provocar una rabieta.
  • No establecer normas claras o no ser consistente con ellas.
  • Ceder constantemente a las demandas del niño para mantener la paz a corto plazo.
  • Rescatar al niño de las consecuencias naturales de sus actos.

El mensaje que recibe el niño es confuso: «No hay guías, no hay estructura, mis deseos son órdenes». Aunque a corto plazo pueda parecer más fácil, a la larga genera niños con baja tolerancia a la frustración, dificultades para autorregularse y una sensación de inseguridad, porque, aunque no lo parezca, los límites dan seguridad.

El enfoque de la crianza respetuosa: Límites con amor y firmeza

Aquí es donde la crianza respetuosa brilla con luz propia. Este enfoque entiende que los límites no solo son necesarios, sino que son una de las mayores muestras de amor que podemos dar a nuestros hijos. Como bien explican desde la Asociación Española de Pediatría, los límites son una prueba de amor porque ofrecen un entorno predecible y seguro donde el niño puede explorar y crecer.

Un padre que cría desde el respeto:

  • Establece límites claros, firmes y respetuosos. «Entiendo que quieras seguir jugando, pero ahora es la hora de cenar».
  • Valida la emoción, pero no la acción. «Veo que estás muy enfadado porque apagué la tele. Es normal sentirse así. Pero no está bien golpear la puerta».
  • Es consistente. Los límites se mantienen en el tiempo, lo que da seguridad y ayuda a crear un apego seguro y estable.
  • Busca soluciones conjuntas. En lugar de imponer, pregunta: «¿Qué podemos hacer para que la próxima vez sea más fácil guardar los juguetes?».

El mensaje que recibe el niño es: «Mis sentimientos importan, me quieren y me respetan, y por eso me guían para que aprenda a desenvolverme en el mundo». Esto fomenta la autonomía y sienta las bases para tener niños felices y seguros de sí mismos.

Claves para aplicar la crianza positiva sin caer en la permisividad

Pasar de la teoría a la práctica puede ser un reto. Aquí tienes algunas claves para mantener el equilibrio:

Valida las emociones, no todas las conductas

Este es el pilar de la crianza respetuosa. Tu hijo tiene derecho a sentir rabia, tristeza o frustración. Tu papel es acompañarle en esa emoción («Entiendo que te sientas así»), pero no tienes por qué aceptar que, a raíz de esa emoción, pegue, insulte o rompa algo. Conectar con el sentimiento antes de corregir el comportamiento cambia por completo la dinámica.

Establece límites claros y consistentes

Pocos límites, pero inamovibles. Es mejor tener 3 o 4 reglas claras en casa (por ejemplo: «nos tratamos con respeto», «recogemos después de jugar») que tener 20 reglas que se aplican a veces sí y a veces no. La consistencia es clave para que el niño entienda qué se espera de él y se sienta en un entorno predecible, lo que fortalece enormemente el apego seguro.

Céntrate en las soluciones, no en los castigos

El castigo se centra en el pasado y busca que el niño «pague» por su error, a menudo desde la humillación. Una consecuencia lógica o una solución se centra en el futuro y busca que el niño aprenda y repare.
* Castigo: «¡Has pintado la pared! Estás castigado sin tele toda la tarde».
* Consecuencia/Solución: «Vaya, la pared está pintada. ¿Qué necesitamos para limpiarla? Vamos a buscar un trapo y jabón».

Se trata de enseñar responsabilidad, no de infundir miedo. Organizaciones como UNICEF abogan por alternativas positivas al castigo para fomentar un desarrollo saludable.

El objetivo final: Niños felices y preparados para la vida

Al final del día, la meta de la crianza respetuosa no es evitar los conflictos, sino enseñar a gestionarlos. No es crear una burbuja para nuestros hijos, sino darles las herramientas para afrontar el mundo real.

Fomentar un apego seguro a través de la conexión y el respeto mutuo no produce niños tiranos, sino niños felices, empáticos, con una buena autoestima y capaces de establecer relaciones sanas en el futuro. Es una inversión a largo plazo en su bienestar emocional y en la persona en la que se convertirán.

Así que la próxima vez que alguien confunda tu enfoque con permisividad, sonríe y recuerda: no estás «dejando hacer», estás enseñando a ser. Y esa es la diferencia más importante de todas.

Preguntas Frecuentes

Q: ¿Qué hago en la práctica si mi hijo tiene una rabieta en público porque no le compro algo?

A: Primero, valida su sentimiento con calma: ‘Entiendo que estés muy enfadado porque querías ese juguete’. Después, mantén el límite con firmeza y empatía: ‘Hoy no lo vamos a comprar’. Tu rol no es detener la rabieta al instante, sino acompañarla, ofreciendo seguridad mientras el límite se mantiene. Se trata de conectar con su emoción sin ceder a la demanda.

Q: Si mi hijo pinta la pared y le pido que la limpie, ¿no es eso un castigo encubierto?

A: No, la diferencia clave está en la intención. Un castigo busca que el niño ‘pague’ por su error, a menudo desde la vergüenza o el miedo. Una consecuencia lógica, como limpiar lo que se ha ensuciado, se centra en enseñar responsabilidad y reparar el daño. El mensaje no es ‘eres malo’, sino ‘los errores ocurren y nuestra responsabilidad es arreglarlos juntos’.

Q: Aplicar la crianza respetuosa, ¿significa que mi hijo ya no se portará mal?

A: En absoluto. Las rabietas y los comportamientos desafiantes son parte normal del desarrollo infantil. El objetivo no es eliminarlos, sino cambiar la forma en que respondemos. En lugar de buscar la obediencia inmediata a través del miedo, se busca enseñar habilidades de autorregulación y solución de problemas a largo plazo, fortaleciendo la conexión incluso en los momentos difíciles.

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