Seguro que has oído mil veces la instrucción de seguridad en los aviones: «En caso de despresurización de la cabina, póngase primero su mascarilla de oxígeno antes de ayudar a los demás». Esta frase, que parece tan lógica en el aire, se nos olvida por completo en tierra firme, especialmente cuando nos convertimos en madres.
Vivimos en una carrera constante por ser la «madre perfecta»: la que tiene la casa impecable, la comida sana siempre lista, los niños con las agendas llenas de actividades enriquecedoras y una sonrisa perenne. Pero, ¿a qué coste? La respuesta suele ser un agotamiento extremo que nos deja sin energía, sin paciencia y, paradójicamente, nos aleja de ser esa madre tranquila y presente que tanto anhelamos ser.
Hoy vamos a hablar de la estrategia más importante y a la vez más olvidada de la maternidad: cuidar al cuidador. O lo que es lo mismo, cuidarte a ti.
El mito de la «supermamá»: ¿Por qué nos exigimos tanto?
La sociedad nos ha vendido una imagen de la maternidad que es, sencillamente, insostenible. Se espera que lo demos todo, 24 horas al día, 7 días a la semana, sin quejarnos y, sobre todo, sin flaquear. Cualquier acto de autocuidado se tacha de egoísta. ¿Ir al gimnasio? ¿Quedar con amigas? ¿Leer un libro en silencio durante media hora? Lujos que, a menudo, vienen acompañados de una buena dosis de culpa.
Pero la realidad es que no se puede dar de una jarra vacía. Cuando te abandonas, cuando tus necesidades quedan sistemáticamente en el último lugar de la lista, la jarra se vacía. Y es entonces cuando aparecen la irritabilidad, la falta de paciencia y esa sensación de estar superada por todo. No es que seas «mala madre», es que eres humana y tus recursos son limitados.
Entendiendo la fatiga: ¿Qué es la carga mental?
Más allá del cansancio físico de correr detrás de un niño o de las noches en vela, existe un agotamiento invisible mucho más profundo. Aquí es donde tenemos que hablar de un concepto clave: qué es la carga mental.
La carga mental es el trabajo constante, silencioso e invisible de organizar y gestionar la vida familiar. No es solo hacer la colada, es saber cuándo hay que ponerla, comprar el detergente antes de que se acabe, recordar qué ropa necesita cada niño para la excursión del viernes y darte cuenta de que las toallas ya no secan bien y hay que comprar nuevas.
Es la lista de la compra mental, la gestión de las citas médicas, la planificación de los menús, la compra de regalos de cumpleaños, la comunicación con el colegio… Es un trabajo que no tiene horario, que no se ve y que, a menudo, no se valora. Este goteo incesante de responsabilidades es una de las principales causas del agotamiento extremo en las madres. Tal y como explican en portales de psicología como Psicología y Mente, esta gestión constante consume una enorme cantidad de energía cognitiva y emocional.
«Cuidar al cuidador»: Estrategias prácticas para tu bienestar
Reconocer la existencia de la carga mental es el primer paso. El segundo, y más importante, es pasar a la acción. Poner en práctica el cuidar al cuidador no requiere grandes gestos ni escapadas de fin de semana (aunque si puedes, ¡genial!). Se trata de integrar pequeños hábitos en tu día a día.
Pequeños gestos, grandes cambios
No necesitas una hora para meditar. A veces, basta con cinco minutos.
– Tu café, en caliente y en silencio: Antes de que la casa se despierte, o mientras los niños ven los dibujos, tómate tu café o infusión sentada, en silencio, sin hacer nada más. Solo tú y tu taza.
– La playlist de tu vida: Pon esa canción que te hacía sentir invencible con 18 años. Sube el volumen (mientras se pueda) y cántala a pleno pulmón en el coche o en la ducha.
– Respira hondo: Cuando sientas que la paciencia se agota, para. Sal al balcón o asómate a la ventana y haz tres respiraciones profundas y lentas. Oxigena tu cerebro y resetea la situación.
Pide y acepta ayuda (sin sentirte culpable)
Esta es la más difícil para muchas, pero es fundamental.
– Delega responsabilidades, no solo tareas: No se trata de decir «haz la cena», sino de que tu pareja o corresponsable se encargue de pensar, planificar y ejecutar la cena de varios días a la semana. Eso alivia la carga mental, no solo la física.
– Habla con tus amigas: Comparte tus sentimientos con otras madres. Te darás cuenta de que no estás sola, y verbalizar lo que te pasa ya es terapéutico de por sí.
– Acepta el «sí»: Cuando alguien (tu madre, una vecina, una amiga) te ofrezca ayuda, ¡acéptala! No pienses que eres una molestia. La gente ofrece ayuda porque quiere.
Redescubre tus pasiones
Recuerda quién eras antes de ser madre. Esa mujer sigue ahí.
– Reserva un hueco en la agenda para ti: Igual que apuntas la cita del pediatra, apunta «una hora de lectura» o «clase de yoga». Si está en la agenda, es más probable que lo cumplas.
– Recupera un hobby: ¿Te gustaba pintar, bailar, hacer senderismo? Busca la forma de reincorporarlo a tu vida, aunque sea a pequeña escala. Recuperar tu identidad más allá de la maternidad te dará un chute de energía y autoestima.
El poder de decir «no»
No tienes que apuntarte a todos los planes, ni ser la voluntaria para todo en el AMPA, ni preparar galletas caseras para la fiesta del cole si no te apetece o no tienes tiempo. Aprender a poner límites es una de las mayores pruebas de amor propio. Decir «no» a algo es decir «sí» a tu bienestar y a tu paz mental.
Ser la madre que quieres ser empieza por ti
Cuidarte no te convierte en una madre egoísta, te convierte en una mejor madre. Una madre más descansada es una madre más paciente. Una madre más feliz es una madre más divertida. Una madre que se respeta a sí misma enseña a sus hijos a respetar a los demás y a sí mismos.
Así que la próxima vez que te sientas culpable por tomarte un respiro, recuerda la mascarilla de oxígeno. Póntela tú primero. Solo así tendrás el aire suficiente para acompañar a tus hijos en su propio viaje de la mejor manera posible: siendo una madre real, feliz y, sobre todo, presente.
Preguntas Frecuentes
Q: Siento que soy egoísta si dedico tiempo para mí en lugar de para mis hijos. ¿Cómo puedo gestionar esta culpa?
A: Cambia la perspectiva: cuidarte no es quitarles tiempo a tus hijos, sino invertir en tu bienestar para poder ser una madre más paciente y presente para ellos. Al recargar tu propia energía, les estás ofreciendo tu mejor versión. El autocuidado no es un acto egoísta, sino una parte fundamental de una maternidad responsable y sostenible.
Q: ¿Cuál es la diferencia práctica entre delegar una tarea y delegar una responsabilidad para reducir la carga mental?
A: Delegar una tarea es pedir que hagan algo puntual, como “prepara la cena de hoy”. La responsabilidad de pensar qué cenar o si hay ingredientes sigue siendo tuya. Delegar una responsabilidad es asignar un área completa, por ejemplo: “tú te encargas de las cenas de los lunes y miércoles”. Esto implica que la otra persona se ocupa de todo el proceso (planificar, comprar y cocinar) sin que tú tengas que pensarlo, lo que realmente alivia tu carga mental.
Q: Me siento completamente superada y sin tiempo. ¿Cuáles son los primeros pasos realistas que puedo dar para empezar a cuidarme?
A: Empieza con acciones muy pequeñas y conscientes. No busques una hora libre, busca cinco minutos. Por ejemplo, tómate el café sentada y en silencio antes de que todos se levanten. Cuando te sientas al límite, para y haz tres respiraciones profundas. O pon una canción que te guste mucho y súbele el volumen. Estos “micro-respiros” son más fáciles de integrar y tienen un gran impacto en tu estado de ánimo y paciencia.
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