La Tabla de Recompensas: ¿Amiga o Enemiga de la Crianza Positiva?
Cualquier padre o madre que haya lidiado con la titánica tarea de que su hijo se vista por la mañana, recoja sus juguetes o se lave los dientes sin protestar, probablemente se ha topado con ella: la famosa tabla de recompensas. Un sistema de pegatinas, puntos o caritas sonrientes que promete convertir el caos en orden y las rabietas en cooperación.
A primera vista, parece una herramienta mágica. Es visual, fácil de entender para los peques y parece funcionar. Por cada tarea completada, una pegatina. Al final de la semana, si se han acumulado suficientes pegatinas, llega el premio gordo: un juguete, una chuche o una tarde de peli y palomitas.
Pero, ¿es oro todo lo que reluce? Cada vez más voces desde la crianza positiva y respetuosa alertan sobre su lado oscuro. Este artículo no busca demonizar ni glorificar, sino poner las cartas sobre la mesa. Vamos a analizar, con una mirada equilibrada, los pros, los contras y, lo más importante, las alternativas para educar niños motivados desde dentro, y no solo por el premio que les espera al final del camino.
¿Qué es exactamente una tabla de recompensas y por qué nos atrae tanto?
Una tabla de recompensas es, en esencia, un sistema de refuerzo positivo basado en la economía de fichas. Suena muy técnico, pero la idea es simple: un comportamiento deseado se premia con una «ficha» (pegatina, punto) que, más tarde, puede canjearse por una recompensa mayor.
Su popularidad no es casual. Los seres humanos, tanto adultos como niños, respondemos a los incentivos. Estas tablas nos ofrecen:
- Resultados rápidos: Es innegable que, a corto plazo, suelen funcionar. El niño quiere el premio y, de repente, parece mucho más dispuesto a colaborar.
- Claridad: El sistema es claro y visual. «Si haces X, obtienes Y». No hay lugar a interpretaciones.
- Sensación de control: Para los padres, puede suponer un alivio sentir que tienen una herramienta para gestionar comportamientos complicados.
Parece la solución perfecta, ¿verdad? Pues aquí es donde la cosa se complica.
El Lado «Amigo»: Los Argumentos a Favor
No podemos negar que, utilizadas de forma muy específica y puntual, las tablas pueden tener algún beneficio.
Foco en lo positivo
En lugar de estar constantemente diciendo «no hagas eso» o «deja de…», la tabla nos obliga a centrarnos en los comportamientos que sí queremos ver. Reconocer el esfuerzo y lo que el niño hace bien siempre es un punto a favor.
Ayuda para crear hábitos concretos
En tareas muy mecánicas y de corta duración, como el proceso de aprender a ir al baño solo (control de esfínteres) o recordar lavarse las manos antes de comer, una tabla puede servir como un recordatorio visual y un empujón inicial para automatizar la rutina. La clave está en que sea algo temporal y con un objetivo muy definido.
El Lado «Enemigo»: Las Críticas desde la Crianza Positiva
Aquí es donde entramos en el meollo de la cuestión. La crianza positiva no se centra solo en el comportamiento observable, sino en lo que hay debajo: las emociones, las necesidades no cubiertas y, sobre todo, la motivación interna del niño.
1. El veneno de la motivación extrínseca
Este es el argumento principal en contra de las tablas de recompensas. Distinguimos dos tipos de motivación, como explica la psicología (puedes leer más sobre ello en la página de Wikipedia sobre Motivación):
- Motivación Intrínseca: Hago algo porque me nace de dentro, porque es satisfactorio, porque me siento bien haciéndolo, porque es lo correcto o porque disfruto del proceso de aprender.
- Motivación Extrínseca: Hago algo para obtener una recompensa externa (un premio) o para evitar un castigo.
Las tablas de recompensas se basan exclusivamente en la motivación extrínseca. El niño no recoge sus juguetes porque entiende que es importante mantener el orden o por el sentimiento de satisfacción de ver su cuarto despejado. Lo hace por la pegatina.
El problema es que la motivación extrínseca puede «matar» a la intrínseca. El mensaje que enviamos es: «Hacer esto es tan aburrido y horrible que te tengo que pagar para que lo hagas».
2. ¿Y si la recompensa desaparece?
¿Qué ocurre cuando la tabla termina? ¿O cuando el niño se cansa de las pegatinas y pide premios cada vez más grandes? En muchos casos, el comportamiento deseado desaparece con ella. No hemos enseñado el valor de la acción, solo el valor del premio. El niño aprende a preguntarse: «¿Y yo qué gano con esto?».
3. Daña la conexión y fomenta la manipulación
La crianza positiva se fundamenta en la conexión entre padres e hijos. Las tablas de recompensas pueden crear una dinámica transaccional: «Tú me das este comportamiento y yo te doy este premio». Esto nos aleja de entender por qué nuestro hijo no está colaborando.
¿No recoge su habitación porque está cansado, abrumado por el desorden o porque necesita nuestra ayuda y compañía? La tabla ignora todo esto y va directa a la transacción, perdiendo una oportunidad de oro para conectar, empatizar y enseñar habilidades.
4. No aborda la raíz del problema
Un niño que pega no lo hace porque le falte una pegatina de un dinosaurio. Lo hace porque no sabe gestionar su frustración, su ira o sus celos. Ponerle una pegatina por «no pegar» es como poner una tirita en una herida infectada. No estamos enseñando la habilidad que le falta: la gestión emocional. Solo estamos controlando el síntoma a corto plazo.
Entonces, ¿debemos quemar todas las tablas de recompensas?
No necesariamente. El enfoque no debe ser blanco o negro. Si decides usar una tabla, hazlo con conciencia y bajo unas premisas muy concretas:
- Para objetivos muy específicos y a corto plazo: Como el ya mencionado control de esfínteres. Son habilidades nuevas y un apoyo visual temporal puede ayudar.
- Enfócate en el esfuerzo, no en el resultado: En lugar de «pegatina por no tener escapes», podría ser «pegatina por sentarte en el orinal a intentarlo».
- Hazlo colaborativo: Diseña la tabla con tu hijo. Que el «premio» no sea material, sino un plan en familia: «Cuando llenemos la tabla, ¡haremos una guerra de almohadas todos juntos!». Así, el premio es tiempo de conexión, no un objeto.
- Ten una fecha de caducidad: Desde el principio, deja claro que es algo temporal para ayudar a aprender una rutina nueva.
Alternativas Respetuosas que Sí Fomentan la Motivación Intrínseca
Si la idea de las tablas de recompensas te rechina, ¡enhorabuena! Hay un mundo de alternativas mucho más alineadas con el desarrollo de niños autónomos, empáticos y colaborativos.
1. Conexión antes que corrección
Cuando tu hijo no colabore, para un segundo. Agáchate a su altura y pregúntate: ¿Qué necesita? ¿Atención? ¿Ayuda? ¿Descanso? A menudo, un abrazo y cinco minutos de juego compartido hacen más que cualquier tabla de premios.
2. Rutinas visuales y colaborativas
A los niños les encanta saber qué va a pasar. Crea un horario o una rutina visual con pictogramas o dibujos. No hay premios ni castigos, solo es «el plan». «Mira, después de cenar, toca el dibujo de los dientes. ¡Vamos a hacerlo!». Involúcralo en su creación para que lo sienta como algo suyo.
3. Enseña la habilidad que falta
Si el problema es que la habitación es un caos, en lugar de exigir «recoge tu cuarto», siéntate con él y enséñale cómo hacerlo. «Primero las construcciones en su caja. ¿Me ayudas? Luego los coches en el garaje. ¡Genial!». Divide la gran tarea en pasos pequeños y asequibles.
4. Elogio descriptivo en lugar de halagos vacíos
Olvida el «muy bien» o «buen chico». Sé específico.
* En lugar de: «Muy bien por recoger».
* Prueba con: «¡Vaya! Veo que has puesto todos los libros en la estantería y los lápices en su bote. Ahora hay mucho más espacio para jugar. ¡Gracias por tu ayuda!».
Esto le ayuda a ver el impacto real de su acción y a sentirse orgulloso de su contribución, no de nuestra aprobación.
5. Involucra a los niños en la búsqueda de soluciones
«Cariño, he notado que últimamente nos cuesta mucho salir de casa a tiempo por las mañanas. A mí me estresa y a ti no te gusta que te meta prisa. ¿Qué se te ocurre que podríamos hacer para que sea más fácil para todos?». Te sorprenderá la capacidad de los niños para encontrar soluciones creativas cuando se sienten escuchados y parte del equipo.
En conclusión, la tabla de recompensas puede parecer un atajo tentador en el complejo mapa de la crianza. Y aunque puede ofrecer una solución rápida para un problema superficial, raramente construye el camino a largo plazo que deseamos para nuestros hijos: el de la autonomía, la responsabilidad y la motivación que nace de dentro.
La próxima vez que te veas tentado a sacar la cartulina y las pegatinas, quizás puedas pararte a pensar si estás buscando controlar un comportamiento o, en realidad, tienes la oportunidad de enseñar una habilidad y fortalecer vuestra conexión. La segunda opción es más lenta, sí, pero sus frutos duran toda la vida.
Preguntas y Respuestas
Q: ¿Son realmente malas las tablas de recompensas?
A: No son inherentemente 'malas', pero su uso continuado puede ser problemático. Fomentan la motivación extrínseca (hacer algo por un premio), lo que puede disminuir la motivación intrínseca (hacer algo porque es correcto o satisfactorio). Es preferible usarlas solo para objetivos muy concretos y a corto plazo, si se usan.
Q: ¿Qué diferencia hay entre una recompensa y un soborno?
A: Una recompensa se acuerda de antemano por una tarea cumplida ('Si recoges tus juguetes, pondremos una pegatina'). Un soborno se ofrece en un momento de crisis para detener un mal comportamiento ('Si dejas de gritar, te compro un helado'). Ambos se centran en el control externo y no abordan la causa del comportamiento.
Q: Mi hijo solo hace las cosas si le prometo un premio, ¿qué puedo hacer?
A: Es un signo de que se ha acostumbrado a la motivación externa. Para revertirlo, empieza a reducir gradualmente los premios materiales y sustitúyelos por 'premios' de conexión (tiempo de juego especial, una actividad juntos). Enfócate en el elogio descriptivo, explicando el impacto positivo de su colaboración, y en conectar con la emoción o necesidad que hay detrás de su falta de cooperación.
Q: ¿A partir de qué edad se pueden usar las tablas de recompensas?
A: Generalmente, se empiezan a usar entre los 3 y los 8 años, cuando los niños pueden entender la relación causa-efecto. Sin embargo, los expertos en crianza respetuosa recomiendan limitar su uso o evitarlo a cualquier edad, prefiriendo alternativas que fomenten la motivación interna.
Q: ¿Qué puedo usar en lugar de una tabla de recompensas?
A: Existen muchas alternativas efectivas. Puedes usar rutinas visuales colaborativas (horarios con dibujos), enseñar habilidades en lugar de exigir comportamientos, usar el elogio descriptivo para destacar el esfuerzo y la contribución, y, sobre todo, enfocarte en la conexión emocional para entender la raíz del comportamiento del niño.
Q: ¿Las tablas de recompensas funcionan para el control de esfínteres?
A: Pueden funcionar a corto plazo para este objetivo concreto, ya que es una habilidad nueva y un refuerzo visual puede ayudar. Sin embargo, es crucial enfocarlo en el esfuerzo ('lo intentaste') y no solo en el éxito ('no te mojaste'), y asegurarse de que sea un sistema temporal que se retira una vez que el hábito está establecido.